México me adopta libremente por momentos y por otros me hace
sentir su inquilino mas odiado...
El 20 de junio pasado fue así. Crisis laboral por la mañana.
Lluvia intensa por la tarde y…
Plácido Domingo en el Auditorio Nacional por la Noche.
Plácido Domingo en el Auditorio Nacional por la Noche.
Y otra vez vuelvo a sentirme tan cómodo aquí en México
con verdadera emoción. La emoción que
solo Plácido Domingo puede arrancarme y retrotraerme al ’97 cuando hice 24
horas de cola para sacarme mi entrada en
Buenos Aires para verlo en el Teatro Colón en un esperado Sansón y Dalila. Si…
muchos recuerdos todos juntos.
Y así estuve el 20 de junio en el Auditorio festejando sus
60 años… con la emoción a flor de piel como creo que no se puede estar de otra
manera frente al maestro Domingo.
Acompañado magníficamente por la Orquesta Filarmónica de la
Ciudad de México (qué bien que suena!) dirigida con justeza por el maestro Eugene Kohn y las
sopranos Angel Blue (invaluable promesa a mi juicio) y Micaëla Oeste (exquisita
belleza y afinación) junto a la
bailarina Núria Pomares con quien el maestro protagonizó un dúo de canto, amor y baile, arrollador. Un Domingo cantante y
maestro de ceremonia fenomenal dejando a las claras lo cómodo que se siente en
su entrañable México.
Un programa impecable, acertado para todos, que le permitió al maestro Domingo ofrecer una vez más su fuerza y potencialidad
cantando con el fraseo de un muchacho de veintipico de años.
Lehar, Strauss, De Falla, Wagner, Puccini, Bernstein, Lewe,
Leigh, Arlen, Luna, Torroba, Ponce, Greve y… Verdi
aparecieron con su benévolo canto, sin estridencias y produciendo
siempre esa gran emoción que surge de la gran musicalidad de su arte. Es de
remarcar el duo verdiano “Parla, siam soli… Si, vendetta!” (aria y caballeta)
junto a Micaëla Oeste.
Y en la segunda parte un recuerdo imborrable para todos esa
noche. Ataviado como el mejor mariachi y
acompañado por el grupo Marichi Vargas de Tecalitlán y Guadalupe Pineda nos
demostró una vez más como ningún otro puede hacerlo que el clima de su voz se
adapta a la atmósfera que propone la escena y fue un Mariachi con una voz
robusta, potente y arrolladora; con la solidez que le permite su oficio cantar,
cantar y cantar por tres horas seguidas los diferentes estilos y derrochando
bondad a manos llenas, dejándonos el corazón a pleno como solamente el maestro
Domingo sabe hacerlo.
No nos queríamos ir, pero llego el final y nos fuimos todos
coreando el “Granada… tierra soñada por mi…”
Escribir algo más no corresponde frente a tanta grandeza.
Gracias Maestro!