14 abr 2013

Dos palabras


Cruzamos dos palabras hace poco. No me han dejado tranquilo durante estos días.
Volví sobre cosas que ya tenía escritas, como hago siempre, como es habitual.
"En trece años estoy en paz". Me quedé pensando, sobre todo en el "estoy en paz" y ahí volví sobre lo ya escrito:


Durante una época, los calendarios solamente fijaban viernes intensos, el mundo se representaba lejano denotándose así, ajeno y bello.
El relato del mundo provenía de tus propias huellas, y si bien lo disfrutaba,
aún así, continuaba para mi lejano. Cuando los calendarios volaron como los adioses de Onetti, el tiempo cambio y retomó  su ritmo.
Se esfumaron los viernes. Ninguno jamás volvió a ser intenso.
El mundo se acercó mostrandose así tal cuál es ahora, cercano. 
Las huellas aquellas, los relatos, generaron una promesa de ir tras de ellas. Imposible borrar la historia,  precisamente porque es historia.
Pero los calendarios tienen  su magia como fábrica de tiempo, como relojes. Tal como escribe Borges
 "Pensé en un mundo sin memoria, sin tiempo; consideré la posibilidad de un lenguaje que ignorara los sustantivos, un lenguaje de verbos impersonales o de indeclinables epítetos.  
Así fueron muriendo los días y con los días los años, pero algo parecido a la felicidad ocurrió una mañana. 
Llovió, con lentitud poderosa. Cuando se acerca el fin, ya no quedan imágenes del recuerdo; sólo quedan palabras.
No es extraño que el tiempo haya confundido las que alguna vez me representaron con las que fueron símbolos de la suerte de quien me acompañó tantos.
 …Nuestra mente es porosa para el olvido; yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la trágica erosión de los años, cada uno de tus rasgos".

A lo mejor este sería el prologo de todo el cuento, no sé, pero por ahora sería lo que más se acerca a la perfección:

"...pero algo parecido a la felicidad ocurrió una mañana. "

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